Como ya dijo mi buen amigo Iñigo en sus crónicas de Trípoli,
todo en esta vida se acaba y la bombona de gas que tenemos en casa dejó de
suministrar su preciado contenido.
Como desconocíamos la manera de reemplazarla y nunca habiamos
oído al recurrido butanero pasar por la puerta de nuestra casa decidimos pedir
ayuda a nuestro casero Anuar, el cual muy amable nos dijo que “Maybe”, nos
acompañaría en su coche “this evening”, pero dejando clara unas cuantas veces
el “May be”.
El caso es que un día se presenta sobre las 20,30 en nuestra
casa y el May be se convierte en ya vamos a por la necesitada bombona. Yo ese
día tenía previsto ver un partido del Real Madríd que echaban a las 21.30 por
lo que me dije “de puta madre, una horita para ir a por la bombona y justo
llegar a casa y ver el partido.”
Nos subimos los tres en la furgoneta y comenzó la pequeña
odisea. Lo primero que hicimos es parar a unos treinta metros de casa a tomar
un café, vamos que Anuar se empeño en invitarnos a tomar un café. Yo acepté, pero mi compañero de piso Iñigo era
reticente, le dijo que no quería, pero
ante la insistencia de Anuar aceptó en tomarse un café que parecía mas suave,
el café cream. Pues de suave nada, eso es como inyectarse la cafeína en vena y
además Iñigo aceptó por compromiso, pues ni le gusta el café y lleva casi
veinte años sin tomar uno, “estuvo 2 días sin dormir”.
Acto seguido se montó en la furgoneta un amigo suyo libio uniéndose a la expedición. Seguramente fue lo mas emocionante que hizo en toda la semana. Empezamos la marcha por un sinfín de atascos, pitidos, y después de mas de media hora llegamos a la calle de las bombonas. Aquí en Trípoli cada calle esta dedicada a un gremio, una es la de los tubos de escape, otra de las alfombras, otra de lamparas, y así una y otra hasta llegar a la calle de las bombonas.
Nos paramos ante un local que tenía la verja levantada y en su interior se veían las bombonas apiladas. En el exterior un individuo de edad indefinible, sentado en un taburete, nos observa curioso mientras sostiene un pitillo encendido en la comisura de sus labios. Nos acercamos con la bombona, Annuar habla con él y el otro con un gesto de la cabeza, nos indica que pasemos y que cojamos la que mejor nos parezca.
Esto es como todo, en España tu dirías… Con que esté llena, me da igual una que otra ¿no? Pues aquí, no! Hay que buscar una que no esté muy abollada, que las asas no estén rotas y sobre todo que no silbe.
Le damos dinero y Annuar paga (10 Dinares unos 6 Euros) metemos la bombona en la parte de atrás de la furgoneta y…. ffffiiiiiiisssssssshhhh la bombona empieza a silbar.

Este sin soltar el pitillo de la
boca, coge la bombona la pone en el suelo y elige otra. Se escupe en un dedo y
deposita la saliva en la bocacha de la bombona y nos invita a comprobar que no
salen burbujitas, por lo que según él esta nueva bombona no pierde gas.
Joder, como que nos montamos en
la furgoneta pensando que llevabamos la bombona mas segura de todo Trípoli
(ja).

Después de un interminable rezo,
vuelve y por fin después de mas de dos horas llegamos a casa, pongo la tele y
veo a los jugadores del Madrid, aplaudiendo y saludando desde el centro del
campo. El partido había terminado, una camara apuntó a Cristiano Ronaldo y
estoy seguro que le leí el pensamiento mientras parecía que me mirab, me decía “pelele
vaya partido que te has perdido”.
Y todo
por una bombona de gas.
1 comentario:
Jajaja... ¿y qué partido era? Por cierto, que ya echábamo sde menos tus crónicas
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